domingo, 19 de julio de 2009

Hielo y Nieve


Desde el mundo de las tinieblas, atravesando la oscuridad emergiste, para volver a nacer...
envuelto en un manto demasiado brillante para que lo pudieras soportar.
No dejas de correr, alejándote de tus miedos, cuando sus resplandecientes dientes afilados te atemorizan en la noche...

Y has llegado aquí, al fin, sin penas ni lágrimas, pero tampoco sin alguna esperanza.
Te conocí caminando entre la niebla blanca de tu despertar, hasta que acabaste hundido en la luminosa nieve, con paz en la mirada para con ella perderte.
No hay nada más sosegado para tu corazón que la tempestad,
nada más alegre en la vida que los puñales llenos de veneno y dolor.
Puesto ellos son certeros, sabes de su existencia.

¡Maldita sea la sorpresa! ¡La felicidad, la dicha! Cada amanecer repites, para que nada te sobresalte jamás. Pobre infeliz, desgraciado inocente que confiaste tu alma a la hiriente desdicha de caminar sobre espinas, regocijándote de que al final del túnel... se hallan tus ansiadas rocas ardientes y cenizas.

Yo te observo, nada más.
Corté la temblorosa cinta que a ti me ataba, de un hermoso azul cielo que nos recordaba... que había algo más allá.
Yo te observo, nada más.

Tus pies se bañan de sangre pero siempre sonríes...
extraña felicidad, nada puedo decirte, querido caminante.

Encuentra tu sincera calma nada más ruego, y hasta que vuelva a verte... mi pasado lejano se quedó contigo, continúa tu senda quiero; pero yo... ya no vuelvo.