sábado, 1 de septiembre de 2007

Soledad



Suenan las campanas. Qué anunciáis, bellas arrogantes, que con vuestros destellos cegáis la vista y dañáis los oídos? Os satisface ver el dolor..? O.. acaso pretendéis prevenir antes de que sea tarde...
Ahora me pregunto la razón, de este tiempo escondida en el sueño, el motivo de no querer regresar al llanto de la vida. Convencida estaba mi alma, que todo sentimiento voló una vez y jamás volvió a mi lado. Qué triste encuentro el nuestro, amor que ya te creí dominado, dolor que ya te pensé pasado... Como bomba sin rastro estallaste ante mí, impregnándolo todo de tu suave aroma, tus ardientes llamas... e hirientes espinas.
Corazón dividido, que por la cruedad del destino se ve conmovido... mientras con una mano me matas, con la otra me salvas, escondo mis heridas y volvemos a empezar.
Tiran de mí las emociones de tristeza, dañando por una parte señalando mis pecados, culpas que se ven mostradas en el espejo con mi propio lamento. Lamento que causa la locura, de un amor incesante que creí extinguido, madurez de mi ser, creyendo que se desterró en el olvido.
Tu sonrisa angelical y tu mirada feroz me conmueven, tiemblan mis manos en el tiempo que se detiene, mientras sigues caminando, mientras yo te observo, alejarte de mí.
Comprendido queda en mi alma el llanto que he causado, desdicha sin remedio a pesar de no haber querido darle vida... vida a un ser que daña y ama a partes iguales, hijo de unos sentimientos que no se pueden encadenar. Mentiras que nos imponemos, reglas quedan establecidas, para evitar estos momentos... de desfallecimiento y valentía.
Grabado queda en mi alma el candor de tu dulzura, al igual que quién me llamó entre sollozos, que perdió por mí toda cordura.
Siento tanto que creo que muero, alegría y dolor todo en un instante, matándome lentamente, mientras pienso a dónde iré...
Guardándote en mi interior eternamente, sabiendo que aunque tú no me ames... siempre te querré.