Tengo una historia para ti... quizás te suene, a lo mejor le hable directamente a tu corazón, y dice así:
'' Había una vez, en un lugar muy lejano, un país embriagado de la magia y embrujado por sus conflictos, en que una joven miraba las estrellas...
desde otro lugar, como si fuera desde el otro lado del espejo, alguien puso sus manos sobre el cristal de su habitación... un chico especial que contaba estrellas, buscando una, que no lograba a alcanzar. Deseaba volar y llegar allí arriba, pero tenía demasiado miedo, de modo que sólo se dejó alumbrar por esa cálida luz... que poco a poco, derretía el frío de su interior.
Y el día que se alinearon los astros, ambos espejos chocaron uno contra otro, ambos mundos... como dimensiones paralelas y desconocidas capaces de cohexistir en el mismo planeta. Por primera vez en todo ese tiempo de búsqueda, esa pared se hizo transparente, y pudieron contemplar... lo que había al otro lado.
Nada más que sus ojos, nada más que sus labios, sólo su forma de mirar; solamente su manera de sonreír. Manos tímidas que se apoyaron contra el gélido cristal llorando, deseándolo romper... sólo en ocasiones, cuando las lágrimas resbalaban por él, se abrían pequeños resquicios; que les dejaban mandarse mensajes de amor...
Incluso sentir su calor y su aliento, aunque sólo fuera por un maravilloso momento...
Los días pasaron, pero nunca alejaron ese vínculo... llovía y mojaba sus rostros, helaba y enfriaba su piel, pero el corazón de los dos ardía... por romper esa pared... y cogerse sus manos.
Un día, en que la inquietud carcomía al joven por dentro y su cuerpo temblaba como el de un infante, suplicó con mirada expectante, una oportunidad.
El joven le dijo a su enamorada:
- Recuerda esto siempre... te amo, y si alguna vez te olvido, si llegara el día en que se me borraran nuestros recuerdos, en que el dolor fuera más fuerte que este amor... por favor, por favor te pido que me hagas volver a recordarte...
Devuélveme mis recuerdos... nuestro amor... para no perderte...
Y ella le respondió:
- Lo haré... Te lo prometo.
Así, llegó un día en que en la locura de la espera, ella rogó por unas alas, que la hicieran volar por encima del muro, y él por una fortaleza, que le hiciera derribarlo...
La joven le regaló a su amor toda su valentía, y él correspondiéndola, le construyó unas alas... cada pluma hecha con una palabra de amor. Al fin, sintiéndolas alzó sus pies sobre el suelo y traspasó todas las barreras, llegando al otro mundo. Pero entonces...
Allí no había nadie. El cielo estaba oscuro prometiendo tormenta, y al sentir miedo, las alas de azúcar de la chica no aguantaron contra el granizo helado que caía del cielo de su enamorado. Muy asustada, corrió y corrió para ir a buscarle, y cuando le vió... sólo una lágrima vio deslizarse... antes de ser tragado por un inmenso bloque de hielo y nieve. Ella lloró y gritó con todas sus fuerzas, apartaba la nieve con sus manos que se le iban agrietando, dejando una herida en ella... que no sólo traspasó su piel...
Al fin alcanzó su rostro, cubierto con esa capa de espesor helado, con una mirada de tristeza hacia el infinito... habían llegado tan lejos...
De modo que la joven secó sus lágrimas, abrazó esa nueva trampa del destino que contenía custodiado su corazón, y le dijo...
- No te preocupes... me quedaré aquí... todo el tiempo... no importan los años y siglos que pasen, no importa que jamás logre sacarte del todo de ahí. Me quedaré contigo... eternamente.
Sellando su juramento con un beso, un débil brillo de luz se distinguió desde el interior del bloque de hielo, hasta luego esconderse...
Y ella permaneció hasta el fin de los tiempos a su lado, cuidando de su enamorado, hasta que llegara el día... en que le fuera otorgado el don de crearse unas nuevas alas, deshacer cualquier obstáculo... y llevárselo lejos volando... al infinito cielo feliz que siempre deseó. ''
La joven le regaló a su amor toda su valentía, y él correspondiéndola, le construyó unas alas... cada pluma hecha con una palabra de amor. Al fin, sintiéndolas alzó sus pies sobre el suelo y traspasó todas las barreras, llegando al otro mundo. Pero entonces...
Allí no había nadie. El cielo estaba oscuro prometiendo tormenta, y al sentir miedo, las alas de azúcar de la chica no aguantaron contra el granizo helado que caía del cielo de su enamorado. Muy asustada, corrió y corrió para ir a buscarle, y cuando le vió... sólo una lágrima vio deslizarse... antes de ser tragado por un inmenso bloque de hielo y nieve. Ella lloró y gritó con todas sus fuerzas, apartaba la nieve con sus manos que se le iban agrietando, dejando una herida en ella... que no sólo traspasó su piel...
Al fin alcanzó su rostro, cubierto con esa capa de espesor helado, con una mirada de tristeza hacia el infinito... habían llegado tan lejos...
De modo que la joven secó sus lágrimas, abrazó esa nueva trampa del destino que contenía custodiado su corazón, y le dijo...
- No te preocupes... me quedaré aquí... todo el tiempo... no importan los años y siglos que pasen, no importa que jamás logre sacarte del todo de ahí. Me quedaré contigo... eternamente.
Sellando su juramento con un beso, un débil brillo de luz se distinguió desde el interior del bloque de hielo, hasta luego esconderse...
Y ella permaneció hasta el fin de los tiempos a su lado, cuidando de su enamorado, hasta que llegara el día... en que le fuera otorgado el don de crearse unas nuevas alas, deshacer cualquier obstáculo... y llevárselo lejos volando... al infinito cielo feliz que siempre deseó. ''